Bien sabe el señor obispo de San Sebastián que el Diablo lo tuerce todo y que su afán es confundirnos para la condenación eterna. Menos mal que nuestros santos prelados velan para evitar que abandonemos la recta pero difícil senda del camino que nos conduce a la casa del Padre eterno... deteniéndonos antes en el cepillo. Y es que hay que andarse con cuidado, el Diablo tiene mucho malo que enseñar, no hay que más verlo.
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